La clase de 2º C

lunes, 26 de septiembre de 2011

"Educar las emociones es educar para la vida."

¡Es tan misterioso el país de las lagrimas!

Antoine de Saint Exupéry. El Principito.

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Decálogo para crecer en la PAZ.

1.- Eres alguien muy importante. Quiérete.
2.- Anima y valora a tus amigos. Verás que les gusta.
3.- Descubre lo bonito que es que todos seamos distintos.
4.- Da las gracias y pide las cosas " por favor ". Todo resulta más fácil.
5.- Si aprendes a escuchar, comprenderás mejor a los demás.
6.- Aprende a hacer tus trabajos lo mejor que puedas. Tu esfuerzo valdrá la pena.
7.- Si cumples con tus pequeños encargos y tareas, todo funciona mejor.
8.- Trabaja en grupo. Conseguirás más que trabajando solo.
9.- Comparte tus cosas con los demás. Te hará muy feliz.
10.- Si pones paz dentro de tí, tu alrededor irá cambiando.

Consejos a mamá y a papá...

No me des todo lo que pida. A veces sólo quiero ponerte a prueba para saber cuánto puedo sacarte.

Si en lugar de mandarme que haga algo, me lo sugieres, lo haré más deprisa.

No cambies constantemente de idea respecto a lo que quieres que haga. Decídete de una vez y no cambies de opinión.

Cumple tus promesas para bien y para mal. Si prometes una recompensa, dámela sin falta. Si me prometes un castigo, también dámelo sin falta.

No me compares con otra persona. Si me haces pasar por mejor o inteligente, eso le dolerá a alguien. Si me haces pasar por peor o más torpe, entonces es a mí a quien harás daño.

Deja que haga por mi cuenta todo lo que pueda. Así voy aprendiendo. Si tú me lo haces todo, nunca podré hacer nada por mí mism@.

No me corrijas delante de los demás. Espera a que no haya nadie alrededor para decirme cómo se puede mejorar.

No me grites. Eso me hace gritar también y no quiero convertirme en una persona gritona.

No digas mentiras delante de mí, ni me pidas que mienta para ayudarte. Eso rebaja el concepto que tengo de ti y también rebaja mi propia autoestimación, aunque suponga que yo te esté haciendo un favor.

Cuando haga una cosa mal, no me preguntes por qué lo hice. A veces no sé por qué razón me porto mal.

No me prestes demasiada atención cuando digo que me duele el estómago. Fingir estar malito puede ser una forma cómoda de librarme de hacer las cosas que no quiero hacer, o de evitar tener que ir adonde no quiero.

Cuando te equivoques en algo, admítelo. No estropeará mi opinión de ti. Así será más fácil para mí reconocer cuando yo me equivoco.